Fruto de la interacción profesional, la diversidad de discursos, los múltiples espacios de discusión académica y de los importantes aportes epistemológicos sistematizados, nace el modelo educativo de Iniciación científica que articula elementos internacionales relevantes para la gestión de la investigación acogiendo elementos tales como:
que aunados a los intereses superiores de la educación y del desarrollo personal de los sujetos permitieron encontrar tres ejes de acción para la construcción social del conocimiento científico, los cuales hemos desarrollado en el libro: Daza-Orozco (2019) Iniciación científica; conceptualización, metodologías y buenas prácticas; y que a continuación compartimos:
Redes de saberes y representaciones que construyen los sujetos. Estos sistemas cognitivos -como son usualmente teorizados- pueden resultar de las interacciones socioculturales y las constituciones ideológicas de los individuos a través de la experiencia e inmersión en los diferentes ámbitos de la cotidianeidad (familia, escuela, sociedad).
Este anclaje se ubica en los dominios formativos del “saber conocer” y se consolida en el modelo CAP como un alcance pragmático del orden de lo pedagógico.
Comportamientos y (pre)disposiciones emotivas de los seres humanos hacia diversos fenómenos o situaciones basados en aprehensiones de la realidad, elecciones axiológicas y estímulos motivacionales.
Este anclaje se ubica en los dominios formativos del “saber ser” y se consolida en el modelo CAP como un alcance pragmático del orden de lo comunicativo-expresivo.
Habilidades o competencias de los sujetos y su directa convergencia a la aplicación de los dos componentes anteriores (comportamentales y actitudinales)
Este anclaje se ubica en los dominios formativos del “saber hacer” y se consolida en el modelo CAP como un alcance pragmático del orden de la movilidad social y la diplomacia científica.